Breve comentario a las lecturas dominicales
P. Davide Tonini
En la oración de consagración, en cada Misa, el sacerdote reza normalmente estas palabras: «Al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos en esta acción de gracias el sacrificio vivo y santo». Cuando digo estas palabras, me pregunto: «De veras, ¿estamos esperando su venida gloriosa?». Es una pregunta que cada uno de nosotros debería hacerse: «¿Estoy esperando la segunda y definitiva venida de Jesús?».
Queridos hermanos, el Evangelio de los últimos domingos nos ha soplado a los oídos y al corazón palabras que se refieren al mundo venidero. El joven rico: «¿Qué tengo que hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Mc 10,17); la respuesta de Jesús: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!» (Mc 10, 23) y más adelante: «quienes lo hayan dejado todo para seguirme recibirán el ciento por uno en esta vida y en el mundo venidero la vida eterna» (cf. Mc 10, 28-30); y muchas otras palabras como éstas, que hablan de un juicio futuro, de una recompensa que se algunos recibirán y otros no, de una vida y de un mundo venideros.
Cristo y la Iglesia nos dicen: esta realidad que ves debe terminar, y pronto. Luego, entraremos en otra realidad, que ahora podemos ver sólo con los ojos de la fe.
Verán al Hijo del hombre que viene entre las nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos. … Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sólo el Padre (Mc 13, 27.32).
¿Qué hay que hacer? Dos cosas fundamentales: tomar conciencia de esta realidad, que afirmamos en la liturgia todos los domingos, por ejemplo, en el Credo: de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin. ¡Orientemos nuestras vidas y corazones hacia una espera real de Cristo! ¡Él viene! Segunda cosa: estar preparados. Decía san Agustín: «No pongamos resistencia a su primera venida, y no temeremos la segunda… Él vendrá, lo queramos o no; el hecho de que no venga ahora no significa que no haya de venir más tarde. Vendrá, y no sabemos cuándo; pero, si nos halla preparados, en nada nos perjudica esta ignorancia» (S. Agustín, Comentarios sobre los salmos, Salmo 95).
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