Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
estamos asistiendo al progresivo intensificarse de la contingencia por el coronavirus en nuestro País, un hecho que nos preocupa a todos. Hoy queremos, por lo tanto, dirigirles algunas palabras esenciales.
Ante todo, es necesario que cada uno tome en serio la situación actual. No podemos decir: “No pasa nada”, o “Es toda una invención”. En Europa, donde la epidemia ya llegó intensamente, la mayoría de las personas están de acuerdo en afirmar que es la crisis más grave después de la Segunda Guerra Mundial. Esto mismo nos están diciendo nuestros familiares y nuestros hermanos sacerdotes que viven en diferentes Países europeos. Nuestra primera responsabilidad, como católicos, es darnos cuenta de la realidad y actuar responsablemente. “La primera reacción correcta que debemos tener, […] es seguir las indicaciones de las autoridades civiles y eclesiásticas para contribuir con la obediencia y el respeto a una rápida resolución de esta epidemia. Nunca como ahora hemos sido llamados a darnos cuenta de cuánto la responsabilidad personal es un bien para todos. Quien acepta las reglas y el comportamiento necesarios para defenderse del contagio contribuye a limitarlo para los demás”[1]. Es por esta razón que les pedimos observar estrictamente las medidas de higiene cuando entran al templo parroquial.
Esta epidemia, que llega a nuestra tierra en el tiempo Cuaresmal, nos obliga a detenernos y preguntarnos: ¿Qué nos está diciendo el Señor? No pensemos que la emergencia del coronavirus sea un paréntesis a lado de nuestra vida ordinaria: no es así. Dios quiere hablarnos de una forma nueva, más intensa y directa. Abrámonos pues al diálogo con Él. Que este tiempo sea lleno de silencio, oración y caridad fraterna. Ya empezó un nuevo ayuno: hemos suspendido las catequesis y casi todas las actividades parroquiales; lo más probable es que, a la brevedad, tendremos que suspender también las celebraciones y, quizás, cerrar el templo, hasta que termine la contingencia. Las escuelas ya están cerradas y las actividades laborales, en su mayoría, van disminuyendo progresivamente. En este “gran ayuno cuaresmal”, cada uno de nosotros, cada familia, está invitado a volver a afirmar lo esencial, ese Unum necessarium que es Cristo mismo. Tenemos que volver a vivir nuestra fe, y estas circunstancias nos pueden ayudar de una forma imprevista.
En nuestra casa, los sacerdotes estamos intensificando los momentos de oración comunitaria y de diálogo, y estamos ya experimentando la gracia que este cambio genera en cada uno de nosotros. Los invitamos a hacer lo mismo en sus casas. En la prueba, podemos volvernos más dependientes de Dios, o más cínicos y egoístas: pidamos juntos que el Señor nos guíe en este camino de conversión, para el bien nuestro, de nuestra comunidad y de toda nuestra sociedad. Podemos dar un gran testimonio a vecinos, familiares y amigos. “Un período de prueba puede hacer que la gente sea más dura o más sensible, más indiferente o más compasiva. Al fin y al cabo, todo depende del amor con el que lo vivimos, y es sobre todo esto lo que Cristo viene a darnos y a despertar en nosotros con su presencia”[2].
Los invitamos a conocer la página internet de la Parroquia: www.mariainmaculada.mx; y la cuenta Facebook, Parroquia María Inmaculada. Son medios nuevos para nuestra comunidad, que no hemos querido utilizar anteriormente, pero que ahora pueden volverse indispensables para permanecer en contacto de diferentes maneras. Allí estaremos subiendo, por ejemplo, los materiales de la catequesis, para que nuestros niños puedan seguir aprendiendo la doctrina en sus casas, con la ayuda de sus padres.
Nos interesa seguir en diálogo y en comunión con todos ustedes: se pueden acercar en estos días o pueden escribirnos para comunicarnos sus inquietudes y sus propuestas. Sobre todo, seguimos unidos en la oración y en la caridad fraterna, como hermanos en Cristo.
Los sacerdotes de María Inmaculada
[1] Mauro Giuseppe Lepori, “Deteneos y reconoced que yo soy Dios”, Carta del Abad General Orden Cisterciense para el tiempo de epidemia. [2] Ibidem.
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